Mil idas y vueltas. Historia de aeropuerto
- Clau L.
- 19 jul 2018
- 2 Min. de lectura
¿Quien no ha pisado jamás un aeropuerto? Todos alguna vez en la vida hemos ido a despedir o recibir a alguien. No recuerdo cuando fui por primera vez al aeropuerto internacional Jorge Chávez de Lima, pero debe haber sido cuando era muy pequeña aun; mi familia, migrantes por excelencia, han ido y venido incontables veces. Primero mis tíos, mis tías, mis primos, mis abuelos. Hasta que les llegó el turno a mis hermanas y a mi madre. Ir al aeropuerto era una rutina frecuente para dejar y recoger pasajeros...tarea que mi padre se había impuesto y que no disfrutaba mucho; sin embargo recuerdo con alegría y nostalgia su enojo al ir al aeropuerto. Seguramente lo odiaba, pero siempre iba, a pesar que él nunca tuvo el valor de subir a un avión. Yo siempre estaba con él. Hasta que un día me tocó viajar también a mi. Regresé y la rutina ha seguido invariable. Mi padre y yo recogiendo y llevando al aeropuerto, hasta que mi padre hizo el viaje definitivo.
A pesar de vivir en Ventanilla, más allá del aeropuerto, venia temprano a la casa con su antiguo Coronet para recoger a la pasajera de turno. aunque se le pidiera que no lo hiciera, lo hacía igual. Era su deber (según él). Claro está, durante todo el viaje de aproximadamente 40 minutos te rezaba el gasto de gasolina y tiempo que le demandaba esa diligencia. Ya lo conocíamos; él era así. Y por nada del mundo dejaría de ir al aeropuerto.
Si era para recoger preferíamos encontrarnos ahí mismo. Yo iba de la zona sur de Lima. Siempre estaba antes que yo. Siempre. Alto, de pie, la mirada erguida, ceño fruncido. Me acercaba hasta él diciéndole: "Te ubiqué cuando vi tu pelada". Las ultimas veces me esperaba sentado el murito pegado a los vidrios, con un gorro negro que cubría su calvicie por el frío. La ultima vez que nos encontramos en el aeropuerto fue para recoger a mi madre y llevarnos a la casa en su antiguo Coronet color marrón dorado. Entrañable.

Una anécdota
Mi hermana mayor tenia que partir con mis dos sobrinas a Chile. Había que llevarlas al aeropuerto. Como siempre mi padre insistió en llevarlas. En el antiguo Coronet entrabamos toda la familia. Generalmente tomaba la Vía rápida de Evitamiento, pero esta vez eligió ir por la Avenida Javier Prado. Debía seguir de frente pero antes de llegar a la Clínica Javier Prado dobló a la izquierda. Nadie dijo nada ante el sorpresivo cambio de ruta, guardábamos silencio. Comenzó a dar vueltas sin sentido, hasta que preguntó ¿Como salgo? . Mi padre había manejado casi toda su vida (literalmente), no era posible una confusión de rutas. Se extravió, había tenido una pequeña laguna. Nos llenamos de profunda pena. Seguimos adelante y sin rendirnos hasta nuestro siguiente encuentro en el aeropuerto.
Ahora que mi padre no me acompaña en estas idas y vueltas veo con mas detenimiento a las personas que ahí se encuentran. Encuentros y desencuentros. Bienvenidas y despedidas. ¡Cuántas historias! Todas con el matiz de alegría y tristeza. Separarse es triste, pero como dice Gustavo Cerati : "Separarse de la especie por algo superior no es soberbia es amor"
¡Hasta siempre papá!
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