Si tuviera que escoger solo una cosa que identifique a mi padre sería su Tuco (salsa de tomate italiana). Su sueño era producir de manera industrial. Había mejorado su receta para hacerla cada día mejor y ahorrando costos. Tenía su olla "tuquera" que producía 5 litros de tuco, para lo que necesitaba casi 3 kilos de tomate por litro de tuco. Con el tiempo se dio cuenta que podía variar la proporción por litro usando solo un kilo de tomates y un sobre de salsa de tomate pomarola. Ni ese pequeño truco de rentabilidad restó su delicioso sabor. El era un Master del Tuco. Tenia la Magia en las manos.
El Tuco nos acompañó durante toda nuestra infancia. Es el Estandarte de todos los italianos y sus descendientes. El Tuco debe marcar nuestros almuerzos familiares y nuestros lazos sanguíneos. El Tuco no solo nos une con nuestra familia sino también con nuestro arraigo italiano.
Desde que regresé de Chile las visitas a la casa de mi padre se volvieron constantes. Se había mudado a Ventanilla, un distrito del Callao bastante alejado de mi zona, por lo que tardaba más de una hora en llegar a su casa. Pero llegar hasta su casa valía cada minuto en el transporte público.
Nos recibía feliz con su gran sonrisa. Snoopy, su perro, no tanto. Dos cajetillas de cigarro para mi, una gran bolsa de piqueos para compartir todos, botellas de vino, cerveza, pisco, hasta Uvachado si era posible. No podía faltar el pan. Mucho pan. Mi padre era un buen Anfitrion, no cabe duda, un dios de la Hospitalidad.
Los almuerzos ya no eran tan pegados a la tradición italiana, inclusive mi padre estaba incursionando en la comida fusión. Su especialidad: Polenta en salsa bolognesa con chorizo...y tamal. La versatilidad culinaria totalmente desafiada.
Una tarde de aquellas mientras almorzábamos su rica polenta fusión le hice una pregunta por encargo de una amiga que tenia un novio extranjero y cuya relación se había extendido por más de un año. Como mi amiga era divorciada y no tenia la opinión de un padre, me pidió que le hiciera llegar su angustiante duda al mio: ¿Debe continuar en esa relación o debe terminarla????. Mi padre en una me dijo:
"Cuando un hombre quiere a la gallina debe cargar con los pollitos (*). Cuando una mujer ya es madre y establece una nueva relación no hay tiempo que perder. Pasados los tres meses la mujer tiene el derecho y la obligación de encarar al hombre y preguntarle qué intenciones tiene. De frente y sin titubear" Y proseguía con firmeza y seguridad: "Si el hombre no quiere nada se lo dirá o se lo hará saber. Si está decidido a tener una relación seria, se lo dirá inmediatamente. Los muchachos de ahora son todos unos patanes"
En eso , creo, mi padre también era un experto.
Terminada la polenta seguía la conversación y el vino hablando de lo diferente que es el amor en estos tiempos, de como los jóvenes huyen del compromiso y de como las mujeres sufren por el desamor.
Yo por primera vez en mi vida he cocinado Polenta (sin chorizo ni tamal). Más pegada a lo tradicional; y mientras la preparaba me acordaba de mi padre. Era un buen tipo mi viejo. Si cocinaba lo hacia con amor, a su manera de amar. Entrar a la cocina y preparar un plato para alguien es amor. Sentarse a la mesa con alguien tan querido y compartir el tiempo es un tesoro invaluable.
Esto que escribo y esta polenta es para ti papito ♥
(*) Mi padre solía decir eso cuando se refería a hombres que tenían una relación con mujeres que son madres.
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